EL CONFLICTO ACEITERO Y LA PELEA POR EL SALARIO MÍNIMO, VITAL Y MÓVIL.
Mientras en el último paro
nacional el debate fue monopolizado por reclamos sobre el Impuesto a las
ganancias, en la Federación de Trabajadores Aceiteros el debate giro en torno a
otro eje: el salario de los que menos ganan.
Lejos de discutir un porcentaje
de ajuste salarial exigieron que se cumpla la Constitución Nacional y la Ley de
Contrato de Trabajo pretendiendo un salario mínimo, vital y móvil (SMVM) según lo
establece el Art. 116 de la LCT y que
debe ser la “menor remuneración que debe
percibir en efectivo el trabajador sin cargas de familia, en su jornada legal
de trabajo, de modo que le asegure alimentación adecuada, vivienda digna, educación,
vestuario, asistencia sanitaria, transporte y esparcimiento, vacaciones y previsión”.
Según un cálculo realizado por la
Universidad Nacional de Rosario, que la Federación Aceitera llevo a la
paritaria, dicho salario debe rondar en 15.000 pesos mensuales. La negativa
patronal derivo en una huelga por tiempo indeterminado que ya supera los 20 días.
La Cámara de Empresas Aceiteras
en un primer momento rechazó la pretensión de los trabajadores por implicar un ajuste de un 42%. Los
trabajadores solicitaron al Ministerio de Trabajo que las Empresas presentaran
los balances para saber cuál era la situación económica de las mismas, tal cual
lo establece la Ley de Negociación Colectiva. Demás está decir que las empresas
se negaron a presentar dicha información, siendo ello una presunción de que podían
pagar el aumento; más aún cuando son empresas que facturan miles de millones de
pesos y tienen un costo laboral que no supera el dos por ciento de dicha facturación.
Trabada la negociación, y ante
las millonarias pérdidas causadas por la huelga, las partes llegaron a un
acuerdo: un salario inicial de $14.300 pesos, en un solo tramo, que implica un
aumento de un 36%. La sorpresa es que fue el gobierno nacional, a través del Ministro
de Trabajo Carlos Tomada, quien se opuso al acuerdo por superar el “techo” impuesto
y porque teme que cunda el mal ejemplo.
Más allá de como termine el
conflicto, la novedad más importante es que empiezan a surgir representaciones
sindicales que plantean la defensa del SMVM; es decir el precio mínimo que debe
tener la fuerza de trabajo en nuestro país que garantice a un trabajador una
vida digna.
Con la división de la clase
trabajadora en cinco centrales sindicales, con el trabajo no registrado
llegando al 40%, tal vez la pelea por el
salario mínimo sea la forma de influir en la agenda pública y desde allí construir
una unidad en torno a ejes reivindicativos comunes.
Los economistas neoliberales y también
los del gobierno les espetan que dicho aumento favorece la inflación; Daniel Yofra,
Secretario General de la Federación Aceitera, con una lógica irrefutable les
responde con una pregunta: ¿la plata en
manos de los empresarios no genera inflación?
En una sociedad que todavía sostiene
como válidos dogmas neoliberales que defienden la rentabilidad empresaria, los trabajadores
aceiteros pretenden poner en discusión el salario mínimo, Vital y móvil. Allí
reside la fuerza simbólica de esta lucha: pensar primero en los que menos ganan
como ejercicio de una solidaridad de clase que por momentos parece olvidada. Bienvenida
sea.
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